Sentado en el porche de mi casa, observo a mi alrededor y veo hamacas mecerse a causa de la suave brisa que sopla, gallinas sueltas que cacarean y huyen del gallo, un perro que persigue a un gato, plataneros y chabolas, todo ello adornado con la permanente melodía que producen las chicharras.
Sólo hace algo más de una semana que merodeo por estas tierras. Recuerdo la primera impresión, salgo del aeropuerto de Managua y Angélica y Hugo me esperan para llevarme al proyecto, me subo su camioneta y empezamos a circular dirección Granada. Por el camino empiezo a vislumbrar los primeros atisbos de pobreza y me llaman la atención, pero no es hasta que nos adentramos a La Prusia que empiezo a sentir miedo de la pobreza.
Al llegar a Granada tomamos un camino de tierra, de no muy fácil acceso, y nos adentramos en La Prusia, la barriada de chabolas dónde pasaré los siguientes seis meses. Decenas de perros ladran y sientes que te quieren devorar, un camino sembrado a lado y lado de chabolas de madera y placas metálicas parece no acabarse. Es en esos momentos cuándo pienso: “¡Ah, estúpido dónde te has metido!” y, aunque me avergüence siquiera haberlo sentido, siento miedo de la pobreza.
Me reciben los voluntarios, pero estoy muy desorientado y cansado, y me dispongo a dormir, o como mínimo lo intento porque los bichos, el gato y las gallinas me despiertan repetidas veces.
A la mañana siguiente Leti, una voluntaria que lleva un par de meses en el proyecto, me enseña el proyecto 1 en La Prusia: 36 casas, una escuela-taller, una enfermería, una escuela de apoyo, voluntarios que dan clases en la escuela pública, un proyecto de mujeres, una radio comunal que empieza a caminar, microempresas, un taller para tratar el alcoholismo…
Empiezo a conocer a lugareños y a adaptarme poco a poco a mi nueva casa, al clima y a la desconexión con el mundo exterior, pues vivimos a algo más de media hora caminando montaña arriba de la ciudad.
Finalmente me involucro con el proyecto de educación en la escuela, doy clases de matemáticas y lengua a los niños de 5º y 6º. Me gusta sacar niño a niño a fuera de clase y hacerle refuerzo, pues el nivel es extremadamente alarmante. Tres tardes por semana doy apoyo escolar con niños más pequeños, ¡son una pasada los niños aquí!
Me voy a quedar al cargo de la radio comunal que han montado Leti y Jaspy, es un proyecto muy interesante. Se ha montado una radio para contribuir al desarrollo de la comunidad, una radio por y para ellos, donde se contribuya a la construcción del sentimiento de comunidad, donde puedan hacer escuchar sus voces, y de paso donde se puedan formar algunos chicos y chicas con visos a un futuro mejor.
Omar, uno de los locutores de la radio comunal, me comentaba el otro día que había escuchado que buscaban guardas para un hotel y que requerían tener el segundo grado y presentar un currículum vitae. Él no sabía que era esto del CV y yo le propuse ayudarle a hacerlo, y así fue.
Aquí no hay patrón, somos todos marineros, así que por la noche después de cenar hacemos reunión y se habla de lo que se hará el próximo día, se proponen ideas, mejoras y críticas, se discute y se toma una decisión. Pues bien, propuse hacer un taller sobre cómo buscar empleo, cómo hacer un CV y como presentarse y actuar en una entrevista. La idea gusto y vamos a hacerlo, lo haremos Javi (bro) y yo.
Convivimos unos 25 voluntarios entre 2 casas, trabajamos codo con codo, al mediodía se come al estilo rancho, nos traen la comida (frijoles, arroz y una variedad entre pollo o pasta o ensalada), luego por las noches nos turnamos y cocina uno para todos, eso sí, antes de empezar a cenar hay que aplaudir. Y luego la reunión diaria.
El ambiente que se respira entre los voluntarios es genial, y con la gente de La Prusia también.
También tenemos tiempo para el ocio, el sábado subimos a la Laguna del Apoyo, es una maravilla, el cráter de un volcán lleno de agua, ¡qué gozada!
Contaría mil cosas más, porque aquí cada día te llevas un montón de lecciones y algún que otro golpe emocional, pero por esta vez ya está más que bien.