Las maras, puro miedo.
Parece ser que en El Salvador no está claro quien ostenta el poder legal de ejercer la fuerza como medida de coerción. El poder legislativo del país está en manos de la Asamblea Nacional, ésta legisla, entra en vigor una ley que criminaliza la pertenencia a las maras y la venta de armamento a éstas.
Hasta aquí todo parece normal, el legislador legisla y los cuerpos de seguridad y todo el aparato administrativo deben hacer que dichas leyes se cumplan. Pues bien, en El Salvador, la cosa no es así.
Las maras atemorizan a la población y quién sabe si también al Estado con las represalias a partir del mismo día de la entrada en vigor de la ley en cuestión. Se advierte a los medios de transporte que dejen de funcionar o serán quemados y acribillados, éste es sólo el primer paso. Se amenaza a comerciantes y se decreta un paro de 72 horas impuesto por las maras.
Yo creí que la cosa no iría tan en serio, incluso muchos “guanacos” lo pensaron. Pero el día llega y los autobuses no salen, sólo algunos valientes/locos, las escuelas se quedan vacías por el miedo de los padres, los mercados insólitamente están cerrados al igual que las tiendas en respuesta a las amenazas recibidas, en fin, el país parece pararse. Si bien es cierto, muchos valientes no se dejan amedrentar por las maras, se las ingenian y salen a trabajar.
El pueblo está harto y cansado de sentir el miedo en lo más profundo de su ser. Están hartos de asesinatos, de extorsiones, de violencia, de no poder vivir una vida plena y tranquila; mientras las maras continúan quemando autobuses vacíos o no, eso no importa, asesinando a plena luz del día y en medio de cualquier plaza, baleando al autobusero que se niega a pagar lo que le exigen…y ahora encima paralizan a un país en el que muchos no se pueden permitir un día sin trabajar, pues de éste depende el llenar o no el estómago de los suyos.
Ante esto, el legislador responde con una ley antiterrorista/antimara, llenando las calles de militares y policías, pero únicamente con una ley este problema no se acabará, se deben de atacar las causas, quizás la pobreza económica, cultural y la injusticia social sea el origen y el inicio del fin.
El duro pueblo de El Salvador vive, o mejor dicho, sobrevive en la cultura del miedo.