En el transcurso del viaje vas aprendiendo el significado de palabras tan repetidas como neoliberalismo, capitalismo, libre mercado, desarrollo, primer y tercer mundo, comercio justo… Si bien es cierto que era conocedor de lo que estas palabras significan, no era realmente consciente o sensible a lo que éstas traen consigo. Pues ahora sé que destrucción cultural, humana y medioambiental, sangre, muerte, injusticia, empobrecimiento, desnutrición y analfabetismo, entre otras, van intrínsecamente ligadas a las anteriores.
Quizás el siguiente pueda parecer un discurso tremendista y alejado de toda realidad, pero yo lo siento muy próximo a ésta realidad, a la centroamericana.
En las últimas décadas hemos llamado desde los países enriquecidos y nuestras organizaciones internacionales, mal conocidos como primer mundo, a la instauración total y absoluta del neoliberalismo a nivel planetario. Rápidamente, por neoliberalismo se entiende que el libre mercado capitalista es el mejor garante del equilibrio institucional y del crecimiento económico de un país, salvo los fallos de mercado. Para éste el intervencionismo estatal en materia social o en la economía es contraproducente.
Así pues, en aras del neoliberalismo, el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización Mundial del Comercio (OMC), auspiciados por nuestros gobiernos, los enriquecidos, dieron una serie de directrices a los gobiernos de los países empobrecidos para entrar de lleno en el que sería su salvoconducto al Primer Mundo, su entrada al modernismo y al desarrollo, éste era y es el Neoliberalismo.
Las “recomendaciones” dadas por éstos organismos internacionales fueron la privatización, casi absoluta, de todo aquello que estaba en manos del estado, lo público. Así se hizo, se privatizaron total o parcialmente los servicios públicos como educación, sanidad, telecomunicaciones, fuentes de energía, agua, transporte… El resultado, la clase económicamente dominante internacional, las Transnacionales (TNC’s), se adueñan de dichos servicios y pasan a controlar (in)directamente a los gobiernos, las políticas de éstos y a sus ciudadanos. La población ve menguados sus derechos, se somete a la sobreexplotación, a la insuficiencia de recursos económicos para satisfacer las necesidades básicas y a un estado que no le puede asistir en éste caso, pues el libre mercado dice que esto es contraproducente.
El neoliberalismo y las recomendaciones de sus organismos internacionales no se quedan aquí, pues otra vez, en aras del desarrollo, llaman a la retirada de todo tipo de aranceles, que abran las puertas de sus mercados de par en par a los productos de los países enriquecidos/industrializados. No sé si eso de por sí es malo, pero sí sé que es malo cuándo se produce en condiciones desiguales. Nosotros, los países enriquecidos, firmamos acuerdos con los empobrecidos, acuerdos de libre mercado (Tratado de Libre Mercado (TLC) de EEUU con América Latina, o los Acuerdos Bilaterales de la UE con los países de América Latina) que permiten que inundemos sus mercados con nuestros productos elaborados y soberanamente subvencionados, y que nos permite importar con precios muy favorables sus materias primeras, las que nosotros transformaremos y les volveremos a vender a un precio elevadísimo. ¿Por qué no transforman ellos sus materias primas, véase el café, y nos los venden como productos elaborados a un mayor precio, permitiéndole esto además tener toda una industria de transformación que ayudaría a crear muchísimos puestos de trabajo y a unas relaciones comerciales más justas? Pues simple y llanamente porque nosotros somos los amos del mundo, nosotros imponemos el neoliberalismo, pero lo diseñamos para que nos sea favorable y se perpetúe el actual sistema. Por ejemplo, la UE puede vender el excedente de leche producido por las vacas europeas, subvencionadas éstas con un euro diario cada una, es decir, más de lo que tiene la mayoría de la población nicaragüense para pasar un día. Vendemos ésta leche a los mercados de los países empobrecidos por debajo del precio de coste de los productores locales de leche y lo que obliga a éstos a sacrificar a sus animales y dedicarse a la mendicidad, pues no puede competir (véase documental “La poderosa agricultura europea”). Obviamente, los gobiernos de los países empobrecidos importadores de leche no pueden poner aranceles, pues tienen que cumplir con las reglas del neoliberalismo, y pobre de ellos que se atrevan, entonces les retiramos la AOD (Ayuda Oficial al Desarrollo) y les creamos un caos brutal, pues la dependencia producida por ésta es tal que se convierte en vital, o les imponemos sanciones vía nuestros organismos internacionales.
Ahora veamos cómo funciona en la otra dirección, es decir, la exportación de los productos de los países empobrecidos a los países enriquecidos. Pondré el ejemplo de una cooperativa de café de México, ésta vende su café como materia prima a los intermediarios o a las TNC’s a un precio relativamente bajo, éstas transforman el producto en sus fábricas europeas o norteamericanas y venden el producto a un precio mucho más elevado, pues éste ha sido transformado. Lo venden en sus mercados nacionales y también en los mercados de los países empobrecidos, es decir, el café ya transformado y empaquetado entra al mercado mexicano con un precio elevadísimo. La cooperativa de café mexicana podría hacer una inversión y crear su propia fábrica para transformar, empaquetar el café y venderlo a mejor precio en la UE o EEUU, pero nuestras políticas neoliberales dicen que si transforman o empaquetan el café se les impondrá un arancel (hasta del 11%) que les hará que sea imposible realizar este proceso. Esto tiene lógica, hemos de proteger nuestra industria, nuestros puestos de trabajo, y ellos han de desproteger los suyos.
Esta lógica neoliberal condena a los países empobrecidos a perpetuarse por los siglos de los siglos como productores de materias primas, y por ende, a perpetuar la pobreza económica que sufren sus poblaciones, la desnutrición, el analfabetismo y la muerte. Frente a éstos se encuentran los países enriquecidos, que se benefician de la perversa lógica neoliberal, de los bajos costes de las materias primas, de los beneficios de la industria transformadora y del triunfo del capitalismo, es decir, de lo individuo frente a lo común.
Para acabar con una nota positiva, existen pequeñas alternativas al sistema y alternativas dentro del sistema para poder sobrevivir a esto, una de ellas es el Comercio Justo, que lejos de ser la solución de todos los males, es un paliativo muy importante y que está cambiando para mejor la vida de muchos en los países empobrecidos.